Lo anunciaron como sus Dulces XVI. Para mí, esas tres noches de Helldone serían la celebración de mis Dulces 17, 18 y 19.

Cada diciembre desde el 2012, me llegan mensajes bonitos sobre qué se siente ir hasta Finlandia a ver a HIM en su país, me preguntan si es difícil ir para allá, si los trámites para hacer el viaje son muy complicados o si tienen que vender sus órganos para poder cruzar el océano. La cosa es que no.

Desde mi primera vez, cada año ha sido una experiencia bien distinta. He pasado desde el terror emocionante de ir sola y tener que hablar con un piloto holandés, hasta conocer a gente que se ha vuelto una maravillosa constante en cada uno de mis viajes, fans de otros países que nos encontramos por ahí y que, a veces, pasamos del «Like» en nuestros muros de FB a un tímido saludo de miradas nerviosas.1

Pues bien, heme aquí, escribiendo por cuarta vez consecutiva para reseñar lo que fue vivir un Helldone. Sé que mi narrativa será muy repetitiva, tanto como los setlist que HIM ha dado desde hace ya varios años XD.

Me atrevo por eso -con temor de aburrirlos- a compartir con ustedes detalles que quiero compartir también con mi yo del futuro, con esa Karina que vendrá a leer esta reseña cuando quizá ya no pueda ir a Finlandia o, tal vez, desde allá, rumbo a su Helldone número nosécuál, mientras hace una de esas maratónicas escalas en equis aeropuerto.

Y bueno, después de tantas veces, llegué a la conclusión de que reseñar un concierto de HIM desde el formato «citemos la lista de canciones» ya no me funciona, y es que no hemos variado mucho, ni ellos ni yo, en nuestros estilos.

Este diciembre pues, fue distinto al de los otros años, el Helldone me agarró con la emoción de la muy fresca visita de HIM a México. Se contaban apenas cuatro semanas de que HIM había ido a mi país para ofrecer dos conciertos, pero esta vez era yo quien iba al suyo para aventarme otros tres.

En esta ocasión me pasé por Dallas y Frankfurt antes de parar en Helsinki y la dosis de adrenalina estuvo patrocinada por un vuelo que, por barato, me ofreció el riesgo de llegar justo el día en que sería el primer concierto: el 29 de diciembre.

Así, llegué el martes 29 a la capital finlandesa, pasaban de las 4:00 de la tarde y el frío estaba siendo muy cortés con sus apenas 9 grados bajo cero. Tuve tiempo exacto de deshacerme de 21 kilos de equipaje y prepararme para la primera noche del festival.

A la hora en que llegamos al Tavastia, la fila para entrar ya era bastante larga, lo que presagiaba que, a sólo que tuviera el valor (y las fuerzas) de lidiar con los aventones del ejército ruso-italiano, podría llegar cerca del escenario. La cosa es que después de cierto tiempo, eso termina por ser cero atractivo, así que decidimos irnos a cenar al bar vecino.

¡Ah, el bar vecino y sus sorpresas! Tuve la fortuna de poder saludar a Mige mientras se tomaba una cerveza en la barra y la mala suerte de perderme el paso de Linde por tenerme que ir al baño. La cereza del pastel vino cuando, por primera vez en cuatro años, pude ver a Ville Valo pasar por ahí, lástima que me quedé inmóvil y muda ante la sorpresa de encontrarme con su mirada mientras él salía de la cocina y yo pensaba en cómo comerme la hamburguesa mutante que había ordenado.

En fin, entramos al Tavastia poco antes de que diera inicio el número de HIM, alcanzamos a escuchar un poco de la banda telonera «At The Hollow» que, aunque me resultó limpia de sonido y precisa en su actuación, no me atrapó ni me espantó el sueño que a esa hora comenzaba a atacarme luego del nulo descanso luego de más de 24 horas entre aviones y escalas.

Nada que HIM no corrija. En punto de las 11:00 PM, los cinco dueños de mis quincenas llegaron con su mágica capacidad de hacerme querer saltar desde el balcón hacia la nada o hacia mi todo.

Buried Alive By Love abrió una noche que para mí resultó la favorita de las tres, no atino a decir por qué pero fue ésa, la primera, la que me atrapó en las escaleras del recinto, cantando, gritando y bailando como tiranosaurio entachado.

Frente a mí, decenas de personas de diversas partes del mundo levantaban sus vasos, brindaban y me sonreían en el lenguaje universal del «sí, amiga, yo también amo a HIM».

Para la segunda noche me armé de valor para franquear las barreras soviéticas y alcancé una suerte de segunda fila indefinida, al centro, justo frente a ese lugar que de repente se convierte en el punto ciego de Ville cuando abre sus ojitos y te atraviesa con la luz verde de su mirada. Y nada, no te mueres, aunque sientas que sí.

Así, me divertí de lo lindo viendo sus manera originales de esquivar los mimos femeninos, el semisonriente y escuálido Ville prefiere pasarle el micrófono al único fan masculino que le queda cerca en un mensaje claro para sus hormonales y gritonas fans mujeres:»a ustedes, chicas, no les acerco el brazo porque no me lo devuelven», parece pensar con sus esquivos movimientos.

Lo cierto es que también disfruta de provocar piropos en voz alta y miradas persistentes de las fans que lo siguen viendo como cuando su cuerpo veinteañero usaba aquellos pantalones de cuero.

El ejemplo vino cuando, cantando Razorblade Kiss, una voz de mujer procedente aparentemente de la ultratumba, le propuso nosabemosqué y le causó a Ville una carcajada que le obligó a dejar de cantar por unos segundos.

Coqueto, Ville Valo retomó el coro y se dirigió a la autora del piropo para sonreírle con pose sexy y estirarle el índice en un cadencioso movimiento que de un lado a otro le decía: NO sweetheart, no me vuelvas a interrumpir de esa manera.

Sí, la verdad es que la segunda noche me dio la oportunidad de apreciar esos detalles que la cercanía al escenario te regala. Detalles a los que hay que ponerles atención porque son de ésos que años después te regresan a la mente y te sacan sonrisas hasta en los momentos más estresantes.

Total que, entre las infaltables Kiss of Dawn, Wings of a Butterfly, Wicked Game o Join Me in Death, llegaron piezas como Pretending, Heartkiller o The Sacrament, además de una Bleed Well que saca del cantante las más desgarradoras ganas de demostrarle al mundo que todavía puede gritar.

Confieso y no me arrepiento de repetir cada que puedo que Poison Girl no me gusta, siempre he dicho que no la extrañaría en los conciertos, pero una vez tuve la mala idea de decir lo mismo sobre Join Me aunque sé que para ella siempre habrá un lugar reservado en los escenarios.

Hoy sólo me queda perdirle perdón a Join Me, ha sido esa canción la que, sorpresivamente, me ha sacado del Tavastia para llevarme al lugar más triste de todos, ése lugar que en mi interior me llenó de miedo esa noche de Año Nuevo.

El tercer concierto lo viví desde el balcón, me acomodé en la valla de las alturas con mi bandera de México y la del HIM Mexican Team. Llegamos temprano y mientras esperábamos a que llegara la medianoche, tomamos cerveza y comimos chips.

Llegó la hora, el segundo preciso entre el adiós al 2015 y la bienvenida al 2016. La cuenta regresiva en el Tavastia se hizo como ya es tradición y me transporté al 2012 cuando la viví por primera vez, cuando estaba sola en la primera fila, con la misma bandera que ya he llevado a Las Vegas, Houston, San Francisco, Monterrey u otras ciudades finlandesas, siempre como un saludo a la distancia para HIM, siempre con la misma ilusión.

¿Qué han pasado en estos cuatro años?, pues bien, conocí y desconocí nuevos amigos, nuevos destinos y hasta, estúpidamente, he pasado malos ratos por tomarme en serio (por segundos), las opiniones de personas que han decidido hacer juicios sobre mi forma de dedicarme a ser fan de HIM (lo triste es que también son fans de HIM).

¿Por qué menciono esto?, porque fue esa noche de Año Nuevo cuando experimenté una sacudida en mi alma confundida. DE ESTO SE TRATA, pensé, mientras sonaba Join Me y el Tavastia se iluminaba con puntitos blancos al ritmo del teclado. Ver a HIM en vivo siempre me desconecta de lo que me sobra, me cambia los conceptos y me regresa a mi estado de «que se vaya al diablo todo, qué fácil es ser feliz».

Pero bueno, esa noche pasé de la felicidad absoluta a una tristeza infinita que me apachurró el corazón, así, de la nada. El pensamiento de no volverlos a escuchar o verlos en mucho tiempo me pasó por la cabeza y me aterró. Caí en un estado de sopor, vi varios momentos de mi vida en segundos y no lloré porque algo me lo impedía. Tampoco sé qué.

El letargo se extendió hasta que Kosmo tocó un impresionante solo en Rebel Yell, la melancolía se me liberó con un suspiro que sonó más a resignación. Ahí estaba de nuevo HIM, devolviéndome a mi efímera felicidad absoluta.

Me aventuro a decir que esta banda me define en muchos aspectos. Me ha enseñado también a trazarme metas, a inspirarme y a aprender de más personas que como yo, aman su música. Quisiera creer que dentro de otros cuatro años seguiré haciendo lo que más me gusta y que ellos estarán ahí para nosotros, sus fans.

Eso sigue siendo uno de mis 12 deseos de año nuevo que esta vez, sin uvas, pedí con papas fritas.

Y bien, si han llegado hasta acá, gracias por seguirme en una nueva entrada de «Querido Diario»:P  pero no les quiero deber la reseña de los conciertos, así que al final, para reforzar lo raquítico de mi relato, les dejaré un video con lo que considero, fueron algunos de los mejores momentos.

De pronto, solo destacar el maravilloso sonido que ya en México había tenido oportunidad de conocer con «el nuevo HIM» y la batería de Kosmo. Y es que, perdóname Gas pero las ganas de estar también se notan y Kosmo apalea esos tambores con todo el deseo de no dejar ese lugar vacío.

¿Qué les digo de Burton, Linde y Migé? Ya saben que los amo (a Migé más que a todos) y que adoré verlos tan de buen ánimo y con ese siempre respetuoso cariño entre amigos que se demuestran en el escenario.

Sigo creyendo que podríamos vivir sin Poison Girl o 666 y que en la simpleza de WLADE descansa su magia. También soy de quienes creen que Ville debería perderle el miedo o repulsión al Screamworks y meter más de sus canciones a la lista de en directo.

Confirmo que he adoptado como himno RHIMA, que Wings of a Butterfly comienza a aburrirme y que regresé de Finlandia reconciliada con Join Me in Death. Ratifico que Rebel Yell es la mejor manera de cerrar cada concierto y que adoro que Migé tenga la oportunidad de lucirse con Kiss of Dawn.

No niego que una refrescadita no le vendría mal a la banda en vivo pero, ¡qué más da! Aquí sigo, 15 años, 19 conciertos y mil experiencias después, idolatrándolos y agradecida con la vida las oportunidades de darles la mano o intercambiar saludos.

Aquí sigo, con el sueño intacto de seguirme anotando recuerdos felices y buenos amigos en mi paso por ese camino musicalizado con mi voz grave favorita y esas letras que, sé, me van a acompañar toda mi vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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