Era 2005 cuando HIM vino a mi país, México, por segunda ocasión. Es una de mis memorias más vívidas: ellos estaban a punto de tocar en el ahora desaparecido Salón 21 y yo me lo iba a perder porque no tenía boleto.

Por la radio hablaban de que la noche anterior habían estado fantásticos y yo tuve que elegir entre ponerme a llorar de frustración o salirme a tomar mi transporte público y escucharlos aunque fuera desde la calle.

Recuerdo que tenía 100 pesos en la mano y que un revendedor me ofreció un boleto en 300. En ese instante, una chica que bajaba de un taxi me dijo que si me hacía falta una entrada y sin más, me regaló mi primer boleto de HIM en vivo.

Este 2015 se van a cumplir 10 años de ese momento. Gracias chica desconocida, fue el primero de 14 conciertos de HIM en los que he estado hasta ahora y el inicio de esta historia que me llevó en este diciembre, de nueva cuenta, a Helsinki.

CINCO-CUATRO-TRES-DOS-UNO-HIM

La noche del 31 de diciembre significaba el final de esta vorágine de emociones, luego de conocer la propuesta solista de Ville Valo y de ser testigos de una noche de adrenalina con Daniel Lioneye & The Rollers, ya no podíamos esperar más sorpresas pero sí, un concierto al nivel de nuestra implacable euforia.

Como las noches anteriores, entramos con anticipación al Tavastia Klubi, pero esta vez nos dividimos.

A diferencia de los otros dos conciertos, la presentación de HIM esta noche iba a tardar al menos 4 horas para dar inicio, así que mis sensatos amigos decidieron pasarla bien desde el balcón VIP mientras yo preferí rezar a todos los santos para no tener que ir al baño y apaciguar la víspera con los teloneros, todo por no moverme de la primera fila.

La primera banda soporte llegó rápido, fue Kuolemanlaakso, quienes me entretuvieron con su bajista y su look de largas y peligrosas rastas que golpeaban a todos sus compañeros en la cara mientras meneaba su cabeza, su setlist fue breve, la música poderosa y las letras en finés. Nada que entender para mi triste caso.

Le siguió una presentación bastante improvisada a cargo de Daniel Cavanagh de Anathema, quien se las arregló con su smartphone para complacer las peticiones de la audiencia.

Con una sola guitarra, un largo suéter gris y una sonrisa permanente en su rostro, el británico se disculpó por traer una propuesta tan romántica y acústica a un festival de metal. Nadie le reprochó nada, el tipo es agradable y tiene una voz fenomenal. Logró ponernos melancólicos con sus letras y relajados con su actitud amistosa. Por un tiempo.

Se acercaba la hora principal: el conteo regresivo para recibir al Año Nuevo con una botella explotando desde el escenario y el 10,9,8,7,6,5,4,3,2,1,HIM. La razón por la que no me voy a detener en detalles sobre el setlist de la noche es porque fue el mismo que ofrecieron en el concierto de Las Vegas apenas unos 12 días antes.

A decir verdad, como fan de HIM, es sabido que esperar grandes cambios en la lista de canciones que tocan en los conciertos se queda en ilusión. De forma que no me sorprendió el setlist pero tampoco me decepcionó.

En lo que sí me voy a detener es en los detalles de los miembros de la banda: disfruté como nunca antes de una vista directa y privilegiada por las luces de Burton en sus teclados; su cara impasible, el contraste entre sus hombros descubiertos e inamovibles con la secuencia y la precisión de sus dedos, sus rodillas semidobladas y los brazos estirados que le dan un aire de músico dominante… en el rostro de Burton destaca la experiencia, la calma y de repente, el cariño que se le escapa hacia el público con alguna sonrisa.

Gas, el baterista que con éste cumplía tres festivales de volver tras una enfermedad en sus manos, parece concentrado en la ejecución de los golpes, allá, tras sus transparentes paredes le da al sonido de la banda el ritmo y a la audiencia, esas características caravanas con sus brazos en agradecimiento a su entrega.

En Linde pude adivinar una suerte de energía renovada, aunque, literalmente, lo que hace lo hace con los ojos cerrados, cuando los abría podía vérsele un brillo especial. Parece que estuvo disfrutando esa noche más que algunas otras…

Migé, bueno, Migé y sus ataques arrítmicos de aquí para allá, sus hilitos de saliva y sus litros de sudor. Pasión, lo que veo siempre en Migé es pasión. No le importa si la lengua de sus gigantes botas está enroscada, si le entra aire por las roturas del pantalón en la entrepierna, si se le asoma la panza cuando se acomoda el bajo, si se le nota a muchos metros que la playera que lleva usando 100 años suplica por un reemplazo, no, nada de eso importa, pasión, Migé es, a mi juicio, el monstruo de las ganas, el corazón acelerado de la banda.

¿Y quién nos falta?, oh, sí, Ville. ¿Qué queda de ese Ville que vi en el 2005?, la sonrisa torcida, las miradas perdidas, unos dientes más pequeños, desgastados; sus rizos castaños ya no teñidos de negro, su cuerpo tan frágil como escurrido, sus brazos tatuados, su actitud cambiante, su genio y su capacidad de callar a todos con tan solo plantarse sobre el escenario. Su voz.

He leído por algunos foros que la voz de Ville ya no es lo que era antes. Pero, nada es lo que era antes, ¿hay algo de malo en ello?, la madurez de HIM depende en mucho de la madurez de su frontman, cosas van y vienen, pero lo que es HIM en su totalidad se ve sólido, profundo, afianzado.

Antes de cerrar con Rebell Yell ante una audiencia realmente emocionada, Ville hizo bromas sobre el futuro de la banda, ¿qué sigue?, ni ellos saben, confesó.

Pidió con frases sarcásticas que entendieran que se les está acabando la gasolina, que necesitan un descanso y que era un buen momento para pedirle al Manager que les suba el sueldo. Dejó abierta la puerta para que los fans comenzáramos con las teorías y las predicciones.

Así, el año comenzó con la única certeza para mí de que sin HIM yo no estaría del otro lado del mundo, conociendo a gente maravillosa y descubriéndome cada vez mejor. Que de eso se trata todo, constato, que soy una cachadora de sueños que en el camino se ha tejido una cadena de buenos momentos gracias a la música, gracias a HIM.

No me gusta poner en tabuladores mis experiencias, ni decir si éste fue mejor o peor que otro festival, sólo sé que como los dos anteriores donde pude estar, éste se adorna de un montón de cosas buenas. Un montón.

Y bueno, no quiero pasar por alto lo más valioso, el entrañable cariño que me traje grabado por esas personas que, sin conocerme más que por una foto en la Internet, compartieron conmigo su tiempo, sus papas fritas, su Jägermeister con crema batida, abrazos, carcajadas interminables, correteadas al puesto de mercancía, dos euros para la paquetería, el amor y la dedicación a HIM que nos une.  Sé que nos volveremos a encontrar. ¡Hasta entonces HIM! ¡Hasta entonces amigos!

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