Por Karina Coss
@_MissCoss
Para quienes la han seguido a través de su historia, saben que es una mujer llena de luz. Tarja Turunen, catalogada en un tiempo como oscura, gótica, metalera y demás, siempre ha sido un alma versátil, cambiante y atrevida. Una artista a la que le queda chico el calificativo “cantante”.
Tarja ha incluido a México en cada una de las giras que emprende desde que decidió salir de Nightwish y buscar su propio camino. Entonces hubo quienes prefirieron extrañarla y aferrarse a los recuerdos, pero los más, decidieron caminar de la mano de su música, su talento, sus otras facetas.
Su visita con el proyecto “The Beauty and the Beat” se anunció con considerable anticipación, meses antes, los seguidores de la soprano de origen finlandés ya se habían apuntado con sus boletos para lo que sería un espectáculo diferente a lo que los tiene acostumbrados.
Tan sólo unas semanas antes, la noticia del cambio de recinto –del Auditorio Blackberry al Teatro Metropolitan– descolocó a los asistentes que habían adquirido asientos en ciertas secciones y ahora no tendrían más remedio que esperar al día del evento para apagar su incertidumbre y conocer la distancia a la que verían el show.
La cita era a las 8:00 PM, afuera del Teatro llovía y la marquesina de letras doradas anunciaba “Tarja y Mike”; adentro, el público se ubicaba en las butacas con el firme compromiso de no ponerse de pie, no, esa noche no habría guitarras eléctricas ni pisadas potentes de bajo.
Veinte minutos después de lo acordado y con más de cien músicos y coristas en escena, el director de Orquesta, Chrstian Gohme, se ubicó en su sitio. La velada dió inicio con piezas como Carmen Ouverture Bizet, Concert for Violin and Oboe y Blute Nur.
La voz abrumadora de Tarja Turunen se fundió con la ejecución de la batería de Mike Terrana, invitado especial en una Orquesta donde Tarja, con un vestido ceñido que la hacía parecer sirena, se proyectaba tal cual, como pez en el agua.
Habló con el público con ese español que denota su interés por aprender y prometió que “sería una noche de mucha, mucha música clásica pero también rrrrrrrock”. Así, de entre Barber of Seville o New World Symphony, destacó The Reign, una representación de su esencia y su espíritu. Ya había mucho Bach y Strauss, bromeó, “ya es tiempo de una de mis canciones”. A su comentario le siguió una cariñosa ovación.
Con esa sonrisa franca y los ojos inmensos de colores claros, Tarja se dio el lujo de coverear a Queen con You Take My Breath Away y de dar permiso a su público de aplaudir con energía en un pequeño homenaje a Led Zeppelin.
También, y ya con un cambio de vestuario, se sentó en la batería de Mike para dejarle a cambio el micrófono, el baterista, quien resultó ser un gran cómico, interpretó Fly Me to the Moon de un lado al otro del escenario, llamando la atención de todos con su rubia mohicana que permaneció impecable durante las casi dos horas de concierto.
Tarja Turunen quiere ser discreta pero en cuanto aparece en el escenario se vuelve imán de miradas que incrementan su admiración en cuanto empieza a cantar, se le ve divertida y feliz, plena y con ganas de experimentar. Antes de concluir, interpretó la jovial “I Feel Pretty”, con gracia y coquetería, con una dulzura cautivadora.
Llegaba la hora para que las voces, casi todas masculinas, se apagaran. Salían de algún punto del Teatro para decirle cuánto la aman o para pedirle determinada canción, hubo quien fue más lejos al gritarle “diosa”. La noche con Tarja y Mike y la espléndida orquesta sinfónica llegaba a su fin, afuera dejaba de llover y Tarja cantaba para despedirse “I Walk Alone”.
Se le veía convencida de que no está sola en este camino que ahora transita. Lo sabe porque a alguien con esa sonrisa en la mirada se le adivinan las gracias, Tarja sabe que no camina sola, le siguen todos los que ven más allá de las etiquetas que le han colgado, quienes se inspiran con su fuerza, con sus ganas, con su ternura y la entereza que te invita a buscarte, a descubrirte, a ser quien realmente eres, pasando por todos tus matices.
Backstage
Desde antes los fans trataron de organizarse –a través de las redes sociales– para “comportarse a la altura” de un espectáculo de música clásica, fue curioso observar uno que otro brazo levantado entre los asistentes que no se pararon de sus butacas hasta el momento de despedir a la soprano, el baterista y la Orquesta.
Días antes se anunció que se permitiría el acceso de cámaras fotográficas de bolsillo y se cumplió la promesa, sin embargo, una vez dentro, nadie podía tomar fotos sin que alguien del personal de seguridad no te llamara la atención. Según cuentan, se trató de un requisito de los músicos para no distraerse en sus ejecuciones.
Las inconformidades por el repentino cambio de localidades no progresaron, se entiende que una situación como la clausura de un inmueble a pocos días de traer un show de este tamaño es difícil de solucionar. Todo resultó bien para los organizadores, los artistas y, por supuesto, para quienes se atrevieron a llevar su corazón metalero al otro lado de la música.
Fotografía: Fernando Aceves





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