Por Karina Coss/Septiembre 2012/Foto Milenio

Un mensaje de “Te Extrañé” o con más suerte un abrazo, suelen ser útiles para expresarle a alguien que te ha hecho falta, pero cuando son más de 20 mil los que quieren decirle eso a su banda favorita se tiene que recurrir a otro método, quizá los gritos, tal vez los saltos y por qué no los empujones.

La inexperta Arena Ciudad de México no tenía ni idea de lo que los fans de Linkin Park les iban a enseñar al reunirse con sus ídolos; fue notoria la falta de conocimiento de los organizadores al enfrentarse a una muchedumbre ansiosa y emocionada.

La hora impresa en los boletos anunciaba el inicio del concierto a las 8:00 de la noche, sin embargo, hubo un retraso de 60 minutos que la gente del recinto justificó por el “desorden” que les impresionaba ver desde la cancha y por el sorpresivo derrumbamiento de una barricada.

Lo cierto es que quienes ahí estuvieron no son novatos en cuestiones de empujones, la seguridad en los conciertos de rock es algo que el público de este tipo de eventos sabe controlar. Los insistentes llamados desde el escenario para “no empujarse” o “hacerse para atrás” se fueron convirtiendo en amenazas de que la banda no saldría si no se “acomodaban mejor”.

Amenazas que no pasaron de causar risas en los expertos, pues alrededor de las 21:00 horas se apagaron las luces para dar paso a la banda estadounidense que se anunció con su tema Tinfoil de fondo.

El amotinamiento hacia el escenario expulsó a los elementos de seguridad privada que se habían infiltrado en la pista y así, se prolongó por alrededor de hora y media el vaivén de puños extendidos y los coros en idioma mexicano de un setlist compuesto por más de 20 canciones.

Faint, Papercut, Given Up y With You dieron continuidad al concierto donde se podía apreciar a un sorprendido y alegre Mike Shinoda, que no paraba de sonreír con la bandera de México a sus espaldas, misma que daba a la escenografía un involuntario ambiente patrio que casualmente coincidía con las fiestas de septiembre.

Chester, Joe, Brad, Rob, Mike y David disfrutaron de una audiencia que no sólo les hizo compañía en las voces con canciones conocidas como Somewhere I Belong, Breaking the Habit o Points of Authority; en el repertorio hubo también canciones de “Living Things”, su más reciente producción discográfica que fueron bien recibidas como In my Remains, Victimized, Lost in the Echo y Lies Greed Misery.

Así, Linkin Park con Chester y Mike a la delantera, llevaron a sus fans por un recorrido que abarcó las diferentes etapas de su trayectoria. La inmensa pantalla de cuatro caras que elevada al centro de la Arena proyectaba imágenes de sus videos o tomas del mismo escenario, mostraba a los músicos que no paraban de moverse e interactuar con quienes más cerca se encontraban.

Linkin Park derrocha ya madurez en cada uno de sus miembros, en su música, en sus letras y en sus alcances. Y sin embargo, cuando se trata de ser agradecidos con su audiencia –que aunque también madura cuenta con jóvenes integrantes–, siguen siendo los chicos enérgicos y creativos a los que las revistas no saben etiquetar con algún género.

El show se completó con New Divide, Waiting for the End, Numb, What I’ve Done y The Catalyst, piezas que mantuvieron la energía de los más de 21 mil asistentes que se distribuían en la colosal Arena que, en lo que va de su corta vida –6 meses– no había estado nunca antes frente a semejantes muestras de entrega.

En las gradas y con diferentes colores, se pintaban siluetas entusiasmadas, mientras que en la cancha dividida en dos partes la lucha por acercarse al escenario continuaba. La sonorización se afectaba conforme uno se acercaba al escenario, parece que la Arena está hecha para dar sonido íntegro a los que más lejos se encuentran.

Entre el ensordecedor repertorio no faltó el espacio para la calma, Leave Out all the Rest, Shadow of the Day e Iridescent le dieron el toque sublime a la noche, la limpia interpretación de Chester Bennington bajó los decibeles de quienes prefirieron dejarse cautivar por una selección de letras cuidadosamente colocadas en un concierto en el que las canciones te hablan de todo, pero siempre de ti.

Y cuando parecía que no hacía falta el fuego para una producción marca Linkin Park, llegaron los juegos pirotécnicos para encender una de las canciones más esperadas “One Step Closer”, la abanderada de la euforia, la entrega y la energía de la noche.

Mientras Brad se paraba sobre los monitores con su guitarra y característicos audífonos de diadema, giraba el rostro para encontrarse con alguno de sus compañeros, casi siempre Mike era el que se le atravesaba para cruzar miradas y sonrisas de sorpresa, Linkin Park se despedía impresionado por la capacidad de un público que les reclamaba su abandono pero con puro amor.

Vino el clásico encore para luego dar cabida a la reciente Burn it down, la aclamada In the End y la ruidosa Bleed it Out que anunciaba la salida de quienes se fueron hace más de una década sin saber que aquí, en México, dejaban un ejército de soldiers que no pararía hasta traerlos de vuelta, una y otra vez.

Se despidieron por ahora dejando satisfechos a quienes pacientes esperaron más de 10 años y que sin duda sabrán esperar nuevamente aunque quizá ya no tanto, porque los reencuentros de este tipo tienen la singular característica de quererse repetir.

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